wav/6fe27a8e-a32c-4dd9-8058-6b4552b8c566_tmp.wav|La vida de un estudiante en Madrid wav/faed82a4-12e2-4dcf-bc1b-601a4a8383d6_tmp.wav|SERÍAN las diez de la mañana de un día de octubre wav/b4e129c2-9ad0-485d-b2e8-2add1f1f81c4_tmp.wav|En el patio de la Escuela de Arquitectura, grupos de estudiantes esperaban a que se abriera la clase wav/80dbf3d1-3fe3-4fe0-b242-a803034d2819_tmp.wav|Los chicos se agrupaban delante de aquella puerta como el público a la entrada de un teatro wav/fc004e93-aed8-49f1-8ec1-b7c62a7bafdc_tmp.wav|Hurtado se volvió y se encontró con su compañero de Instituto Julio Aracil wav/2b08256f-c707-47af-b952-31d589b59921_tmp.wav|Habían sido condiscípulos en San Isidro; pero Andrés hacía tiempo que no veía a Julio wav/a57582ff-98e8-4d6a-b0d2-efce909149c4_tmp.wav|Éste había estudiado el último año del bachillerato, según dijo, en provincias wav/6a685ebb-aa9b-4a15-8617-52d175c45478_tmp.wav|Aracil se encontraba en compañía de un muchacho de más edad que él, a juzgar por su aspecto, de barba rubia y ojos claros wav/a25607f3-7f85-4664-8d11-032ad4ce79cc_tmp.wav|Abrieron la clase, y los estudiantes, apresurándose y apretándose como si fueran a ver un espectáculo entretenido, comenzaron a pasar wav/ae36344d-2edc-4d6a-813a-ec98ab026e31_tmp.wav|Aracil, su amigo y Hurtado se sentaron juntos wav/38d2b0b5-28de-4242-8c83-b8fa4b76b659_tmp.wav|La clase era la antigua capilla del Instituto de San Isidro de cuando éste pertenecía a los jesuítas wav/08376d41-2650-43b8-89c1-64fc28a1b1ec_tmp.wav|De pronto se abrió una puertecilla del fondo de la tribuna, y apareció un señor viejo, muy empaquetado, seguido de dos ayudantes jóvenes wav/f553661b-b671-4a48-927e-e2f024d5625e_tmp.wav|El profesor era un pobre hombre presuntuoso, ridículo wav/2b96c4dc-6822-40a0-af55-c7f7e09ea7ea_tmp.wav|Había estudiado en París y adquirido los gestos y las posturas amaneradas de un francés petulante wav/ddc8e0dd-83ef-4006-ba79-9a22156fbf81_tmp.wav|Que un hombre de mi linaje wav/ebcdf1f2-3a2f-42e3-84a2-2d0aa64f5fa7_tmp.wav|Los que estaban al lado del recitador irrespetuoso se echaron a reir, y los demás estudiantes miraron al grupo de los alborotadores wav/d261409f-39e4-49a9-bcba-8d9aca07c274_tmp.wav|Rieron los estudiantes con gran entusiasmo, el profesor dió por terminada la clase retirándose haciendo un saludo ceremonioso y los chicos aplaudieron a rabiar wav/0bd70947-e361-4eee-a282-a1b9a8cc6d0b_tmp.wav|De la Universidad, Montaner, Aracil y Hurtado marcharon hacia el centro wav/3bc4054a-9833-4d9a-946e-34aaf15fcb3f_tmp.wav|Andrés experimentaba por Julio Aracil bastante antipatía, aunque en algunas cosas le reconocía cierta superioridad; pero sintió aún mayor aversión por Montaner wav/a6b3f0ae-a865-4ea0-be57-2f52c167e6ca_tmp.wav|Las primeras palabras entre Montaner y Hurtado fueron poco amables wav/df2326c1-4de5-4664-9fcb-75152f498c3b_tmp.wav|Montaner hablaba con una seguridad de todo algo ofensiva; se creía, sin duda, un hombre de mundo wav/b477ca23-a8f5-4a4d-9f1b-4908ca5701ce_tmp.wav|Hurtado le replicó varias veces bruscamente wav/617cf846-4949-4410-900f-ada2f1f1f4e6_tmp.wav|Los dos condiscípulos se encontraron en esta primera conversación completamente en desacuerdo wav/08a79760-09fb-472e-9dfb-115b881907d7_tmp.wav|La hostilidad entre Hurtado y Montaner todavía se manifestó delante del escaparate de una librería wav/49b0cad5-113f-4876-a8d8-d9940127eec2_tmp.wav|Llegaron a la Puerta del Sol y tomaron por la Carrera de San Jerónimo wav/a538b205-c994-4542-867a-1b8d8a6cffc0_tmp.wav|Fueron juntos a la plaza de Antón Martín y allí se separaron con muy poca afabilidad wav/28b42d35-955b-4623-b1de-5a391ba7a45d_tmp.wav|EN esta época era todavía Madrid una de las pocas ciudades que conservaba espíritu romántico wav/bb007673-3226-468c-9930-bb22332831c4_tmp.wav|Tales fórmulas, tal especial manera de ver, constituye un pragmatismo útil, simplificador, sintetizador wav/1fa88125-27fd-4ee9-82b1-3ade92bacec4_tmp.wav|En un ambiente de ficciones, residuo de un pragmatismo viejo y sin renovación vivía el Madrid de hace años wav/aec4ce42-622f-4a92-bbd6-cdfa4af55ef4_tmp.wav|España entera, y Madrid sobre todo, vivía en un ambiente de optimismo absurdo wav/ec7f0834-6d49-461f-b711-185cc6a72c95_tmp.wav|Todo lo español era lo mejor wav/f4d10e3f-3fec-48d2-948a-3a6527750225_tmp.wav|Esa tendencia natural a la mentira, a la ilusión del país pobre que se aisla, contribuía al estancamiento, a la fosilificación de las ideas wav/be2b43a7-cde9-43db-9495-72033ecfec39_tmp.wav|Aquel ambiente de inmovilidad, de falsedad, se reflejaba en las cátedras wav/74c8e7e9-561a-4cde-8c72-f0d09e2e2b39_tmp.wav|Andrés Hurtado pudo comprobarlo al comenzar a estudiar Medicina wav/f3478b32-e75b-4d09-b989-87cdd25b7c30_tmp.wav|Los profesores del año preparatorio eran viejísimos; había algunos que llevaban cerca de cincuenta años explicando wav/be76b956-a4bb-4972-adfa-b178e8568cde_tmp.wav|Sin duda no los jubilaban por sus influencias y por esa simpatía y respeto que ha habido siempre en España por lo inútil wav/58ef83d5-1775-4f3f-8e31-9f64bc2ac2aa_tmp.wav|Sobre todo, aquella clase de Química de la antigua capilla del Instituto de San Isidro era escandalosa wav/81c6beaa-75a8-4333-a451-9617d44f177f_tmp.wav|Satisfacía su pueril vanidad dejando los experimentos aparatosos para la conclusión de la clase, con el fin de retirarse entre aplausos, como un prestidigitador wav/1f830b04-96b7-454f-a989-af9064805ba0_tmp.wav|Los estudiantes le aplaudían, riendo a carcajadas wav/b0368bd3-a637-4ebe-bf90-b878955e9608_tmp.wav|A veces, en medio de la clase, a alguno de los alumnos se le ocurría marcharse, se levantaba y se iba wav/2d31b2bc-226f-4674-91bb-d24f0e4a3511_tmp.wav|Había estudiantes descarados que llegaban a las mayores insolencias; gritaban, rebuznaban, interrumpían al profesor wav/b3e7ccde-416d-4710-b7fe-0aa541757b6a_tmp.wav|Una de las gracias de estos estudiantes era la de dar un nombre falso cuando se lo preguntaban wav/6c47e16f-b90e-4139-b1e3-f4765bf5a3b2_tmp.wav|Andrés Hurtado los primeros días de clase no salía de su asombro wav/e27a9dde-ef27-445e-b462-0fd98acd5615_tmp.wav|Su preparación para la ciencia no podía ser más desdichada wav/26ad0778-4217-4bd1-b74c-a785b9e1c834_tmp.wav|EN casi todos los momentos de su vida Andrés experimentaba la sensación de sentirse solo y abandonado wav/25afa990-0e9a-4152-b578-e6dc1b5beae0_tmp.wav|La muerte de su madre le había dejado un gran vacío en el alma y una inclinación por la tristeza wav/0a7bf17f-0986-4e4d-819e-b544e28cfef9_tmp.wav|La familia de Andrés, muy numerosa, se hallaba formada por el padre y cinco hermanos wav/67ce3722-238d-4726-9e1d-5bb23ffddebb_tmp.wav|El padre, don Pedro Hurtado, era un señor alto, flaco, elegante, hombre guapo y calavera en su juventud wav/42749331-13e5-4326-9a22-473c29eb972c_tmp.wav|De un egoísmo frenético, se considera el metacentro del mundo wav/0435514c-2b4a-447e-a6fc-809ad99290ad_tmp.wav|Tenía una desigualdad de carácter perturbadora, una mezcla de sentimientos aristocráticos y plebeyos insoportable wav/74c1d774-87c9-4ddd-8d4f-d23e5be38f2d_tmp.wav|Su manera de ser se revelaba de una manera insólita e inesperada wav/9fc886e4-53dd-4220-9202-d07db411c262_tmp.wav|Dirigía la casa despóticamente, con una mezcla de chinchorrería y de abandono, de despotismo y de arbitrariedad, que a Andrés le sacaba de quicio wav/d7abe21d-65a3-4cf0-b4c6-49425bb5468d_tmp.wav|Margarita contaba ya veinte años, y sabía atender a las necesidades familiares mejor que el padre; pero don Pedro no quería wav/9a43860a-6039-443a-ae22-e5845a27f56e_tmp.wav|Su mujer, Fermina Iturrioz, fué una víctima; pasó la existencia creyendo que sufrir era el destino natural de la mujer wav/442bc6c8-f34c-44d3-9ff2-3a037a3f4d1b_tmp.wav|Después de muerta, don Pedro Hurtado hacía el honor a la difunta de reconocer sus grandes virtudes wav/72934ee7-7330-4329-b09b-8c9a5d1edc73_tmp.wav|De los hijos, el mayor y el pequeño, Alejandro y Luis, eran los favoritos del padre wav/34ae5b93-ef73-4e63-9620-5620ad54ef5e_tmp.wav|Alejandro era un retrato degradado de don Pedro wav/781268d3-5fec-44f6-bf16-22016c1b3ad6_tmp.wav|Alejandro daba espectáculos bochornosos en casa; volvía a las altas horas de las tabernas, se emborrachaba y vomitaba y molestaba a todo el mundo wav/537f05f2-69a4-4e47-ae75-f4ba61ad20d1_tmp.wav|Al comenzar la carrera Andrés, Margarita tenía unos veinte años wav/05fcfa0b-439b-4b84-8e8c-c311cd592ab5_tmp.wav|Era una muchacha decidida, un poco seca, dominadora y egoísta wav/315dd455-7e26-4e8d-96e0-8e1811064486_tmp.wav|Pedro venía tras ella en edad y representaba la indiferencia filosófica y la buena pasta wav/c9a43128-bc94-437f-819e-5fe61ed2418a_tmp.wav|Estudiaba para abogado, y salía bien por recomendaciones; pero no se cuidaba de la carrera para nada wav/f349dbb2-0784-4884-9682-6ef459b11ca3_tmp.wav|Iba al teatro, se vestía con elegancia, tenía todos los meses una novia distinta wav/589b4280-639a-442d-bc5c-77c47d4922a1_tmp.wav|Dentro de sus medios gozaba de la vida alegremente wav/19a7890f-1232-4dcc-b8df-ebc81b98d594_tmp.wav|El hermano pequeño, Luisito, de cuatro o cinco años, tenía poca salud wav/5224bb3b-c4fd-4771-9d84-a814923e42bc_tmp.wav|La disposición espiritual de la familia era un tanto original wav/d0524f60-8d13-4ee4-9248-71ec1216bf56_tmp.wav|Hubiera habido que profundizar mucho para encontrar en él algún afecto paternal wav/1e192b66-b6b8-467b-b4b3-72047cec97ba_tmp.wav|Pedro era un poco indiferente; experimentaba algún cariño por Margarita y por Luisito y una gran admiración por Andrés wav/79ff0f7d-9e4a-41f9-8b61-76a1a2fd0e14_tmp.wav|Entre padre e hijo existía una incompatibilidad absoluta, completa, no podían estar conformes en nada wav/a78cee15-7d7e-41b6-834c-e4285db91c7c_tmp.wav|Bastaba que uno afirmara una cosa para que el otro tomara la posición contraria wav/9cef8cd3-72c3-4a2d-a2d9-7eb2dd23a76a_tmp.wav|LA madre de Andrés, navarra fanática, había llevado a los nueve o diez años a sus hijos a confesarse wav/b4115727-9269-405f-8493-c63383b54f6e_tmp.wav|Andrés, de chico, sintió mucho miedo, sólo con la idea de acercarse al confesonario wav/e5e324fc-9004-43e0-9a85-4b92bdd16e6f_tmp.wav|A la segunda confesión, Andrés fué dispuesto a no decir al cura más que cuatro cosas para salir del paso wav/f609ce0b-7253-4b54-8e1a-550f1541f6c4_tmp.wav|A la tercera o cuarta vez se comulgaba sin confesarse sin el menor escrúpulo wav/4856084e-5cac-4ffd-8fa0-a553b18fdc7a_tmp.wav|Aquel abandono y el andar con los chicos de la calle despabiló a Andrés wav/8cb96b9c-25a7-40b9-85ae-c2a1bffe84c0_tmp.wav|Se sentía aislado de la familia, sin madre, muy solo, y la soledad le hizo reconcentrado y triste wav/e624893e-20bb-48ac-90fe-9b672d6b9963_tmp.wav|No le gustaba ir a los paseos donde hubiera gente, como a su hermano Pedro; prefería meterse en su cuarto y leer novelas wav/5b2565b2-2ed2-4c85-be26-8b8759dd038b_tmp.wav|Su imaginación galopaba, lo consumía todo de antemano wav/3d4f2214-bff5-4158-844c-52448ad11bd3_tmp.wav|Cuando concluyó el bachillerato se decidió a estudiar Medicina sin consultar a nadie wav/ece6cb5d-8c9e-47e1-9527-f0cdef2cb65d_tmp.wav|A pesar de decírselo y de recomendárselo el que su hijo siguiese sus inclinaciones sin consultárselo a nadie, interiormente le indignaba wav/238c43b7-618e-4118-b918-870c6640a5ec_tmp.wav|Don Pedro estaba constantemente predispuesto contra aquel hijo, que él consideraba díscolo y rebelde wav/90113c66-aec4-44d1-a8a0-0ac0298d2752_tmp.wav|Margarita tenía que intervenir en estas trifulcas, que casi siempre concluían marchándose Andrés a su cuarto o a la calle wav/1fb4ba1b-638a-4a2d-a479-2e9c735018a8_tmp.wav|Don Pedro aseguraba que una persona decente no podía ser más que conservador wav/c957b1ee-a06b-4a9e-b804-889dee222b72_tmp.wav|En los partidos avanzados tenía que haber necesariamente gentuza, según él wav/85341d9f-e9ca-4b61-8e5f-67e918a00157_tmp.wav|Las discusiones de casa de Hurtado se reflejaban invertidas en el piso de arriba entre un señor catalán y su hijo wav/dcd1b293-ce11-4f3b-806b-e3f0246bfe70_tmp.wav|A medida que Andrés se hacía hombre, la hostilidad entre él y su padre aumentaba wav/7f31f2f7-613d-4a94-95c9-d4a13f8dbc4b_tmp.wav|El hijo no le pedía nunca dinero; quería considerar a don Pedro como a un extraño wav/f08bd421-42a1-4fa7-af46-d9d5bd2fa628_tmp.wav|LA casa donde vivía la familia Hurtado era propiedad de un marqués, a quien don Pedro había conocido en el colegio wav/b76af815-876a-45b3-932e-bd8688c3f8ea_tmp.wav|Hurtado conocía a toda la vecindad y era muy complaciente con ella wav/4d36a881-b81c-4a07-af9f-08ffb63e1784_tmp.wav|Guardaba a los vecinos muchas atenciones, menos a los de las guardillas, a quienes odiaba wav/c93433d6-1698-463e-b83b-9daf840aa07b_tmp.wav|En su teoría del dinero equivalente a mérito, llevada a la práctica, desheredado tenía que ser sinónimo de miserable wav/99e465a5-51ba-48fc-976b-41b9a4556231_tmp.wav|Sólo perdonaba a la gente pobre su pobreza, si unían a ésta la desvergüenza y la canallería wav/8cd3765d-2dd1-46d9-ac76-0a593a34c271_tmp.wav|Para la gente baja, a quien se podía hablar de tú, chulos, mozas de partido, jugadores, guardaba don Pedro todas sus simpatías wav/00f0bbc9-5c91-4718-817c-acc17dee45f8_tmp.wav|En la casa, en uno de los cuartos del piso tercero, vivían dos ex bailarinas, protegidas por un viejo senador wav/e8650ac3-9daf-4d41-8137-24bffba84bbc_tmp.wav|La familia de Hurtado las conocía por las del Moñete wav/69a33feb-5cf6-47f6-93a3-29505559f897_tmp.wav|El origen del apodo provenía de la niña de la favorita del viejo senador wav/4a256d4e-b19c-4306-a506-a87ea2f16cee_tmp.wav|A la niña la peinaban con un moño recogido en medio de la cabeza muy pequeño wav/c0f1708b-6c9a-4b40-91ae-59316fee93a1_tmp.wav|Únicamente a las horas de comer Andrés se reunía con su familia; en lo restante del tiempo no se le veía wav/1d72a233-2a55-461e-9bdf-8e04d82791e8_tmp.wav|Margarita al principio se opuso; pero luego accedió, mandó quitar los armarios y baúles, y allí se instaló Andrés wav/573c428a-b9e9-4820-b7a7-4a822410e677_tmp.wav|La casa era grande, con esos pasillos y recovecos un poco misteriosos de las construcciones antiguas wav/29f892b1-96ff-4e5e-82e0-656fb0053ddc_tmp.wav|Para llegar al nuevo cuarto de Andrés había que subir unas escaleras, lo que le dejaba completamente independiente wav/a9361557-cdf1-4052-abf0-aa859b61859f_tmp.wav|Al final del primer año de carrera, Andrés empezó a tener mucho miedo de salir mal en los exámenes wav/f36f3bd2-5f0d-47d5-8127-05109d5d1a43_tmp.wav|Llegó mayo y Andrés se puso a devorar los libros a ver si podía resarcirse del tiempo perdido wav/eb964ec4-66a4-44f3-b5d9-fdde133a4222_tmp.wav|Con gran asombro suyo aprobó cuatro asignaturas, y le suspendieron, sin ningún asombro por su parte, en la última, en el examen de Química wav/5765399a-a2ac-440c-9cba-c76dff6140cf_tmp.wav|No quiso confesar en casa el pequeño tropiezo e inventó que no se había presentado wav/be2f710f-7e07-424a-a1ba-d3abe7165439_tmp.wav|Andrés decidió estudiar con energía durante el verano wav/e478464b-72f3-4948-95aa-71f25837b836_tmp.wav|Allí, en su celda, se encontraría muy bien, muy tranquilo y a gusto wav/6c6c6645-6496-4ece-849f-eae34dd7b6cb_tmp.wav|Por la mañana dos muchachitas aparecían en unos balcones lejanos wav/4e35c66b-e217-49c0-808e-a28226499065_tmp.wav|Cuando se levantaba Andrés ya estaban ellas en el balcón wav/36da25c8-26be-47f4-8789-cfd5245e2970_tmp.wav|Se peinaban y se ponían cintas en el pelo wav/5bd7e720-5eb3-4cc8-ac86-ce8ffbd1c787_tmp.wav|Un chico que vivía enfrente de estas muchachas solía echarlas un rayo de sol con un espejito wav/75b21dde-b580-42bc-b915-bb5f82ae71a1_tmp.wav|Ellas le reñían y amenazaban, hasta que, cansadas, se sentaban a coser en el balcón wav/fbef1423-ad56-4381-ad95-c84afbf1ca6c_tmp.wav|En una guardilla próxima había una vecina que, al levantarse, se pintaba la cara wav/8b690d20-e85a-4f71-bdf3-bb7095fe8cd1_tmp.wav|Sin duda no sospechaba que pudieran mirarle y realizaba su operación de un modo concienzudo wav/05a818da-a29c-4080-a9fb-c32e3e347a4a_tmp.wav|Debía de hacer una verdadera obra de arte; parecía un ebanista barnizando un mueble wav/b4c880e7-39fd-4454-b597-b7c60bc70f53_tmp.wav|Andrés, a pesar de que leía y leía el libro, no se enteraba de nada wav/510eae1a-e211-45f5-8f8a-f737d542584a_tmp.wav|Al comenzar a repasar vió que, excepto las primeras lecciones de Química, de todo lo demás apenas podía contestar wav/c2a5f439-6114-4db7-928a-6f5ae3311c01_tmp.wav|Salir bien en los exámenes es una cuestión mnemotécnica, que consiste en aprender y repetir el mínimum de datos hasta dominarlos wav/88c35007-d21d-4451-88f7-edf1d87492f6_tmp.wav|Andrés, fué a ver al catedrático, que le trató como a un recluta wav/c78a63c2-5fa0-4fd2-bfd2-e1a41932b0c8_tmp.wav|El examen que hizo días después le asombró por lo detestable; se levantó de la silla confuso, lleno de vergüenza wav/e83aa1f7-1d88-4502-95d4-0e198fc43a00_tmp.wav|Esperó teniendo la seguridad de que saldría mal; pero se encontró, con gran sorpresa, que le habían aprobado wav/348f7da9-dfad-4bb2-b9b1-8ffbf8777519_tmp.wav|EL curso siguiente, de menos asignaturas, era algo más fácil, no había tantas cosas que retener en la cabeza wav/2069e6b5-1827-42a0-b46e-bc19e09ed8cb_tmp.wav|A pesar de esto, sólo la Anatomía bastaba para poner a prueba la memoria mejor organizada wav/8e5fab57-5cf6-4979-b9e3-d7a299d936da_tmp.wav|Unos meses después del principio de curso, en el tiempo frío, se comenzaba la clase de disección wav/7f753ad6-ce85-440c-b09d-4f2269657fe8_tmp.wav|Los cincuenta o sesenta alumnos se repartían en diez o doce mesas y se agrupaban de cinco en cinco en cada una wav/a38f6451-9982-4775-b130-bf52b1c2f1f6_tmp.wav|Se reunieron en la misma mesa, Montaner, Aracil y Hurtado, y otros dos a quien ellos consideraban como extraños a su pequeño círculo wav/a2bbd139-2dde-49dc-8b76-7c8de8693041_tmp.wav|Sin saber por qué, Hurtado y Montaner, que en el curso anterior se sentían hostiles, se hicieron muy amigos en el siguiente wav/877ed5ff-9f72-472e-9ba2-57a0e1f1be1d_tmp.wav|Estas blusas no eran nada limpias, porque en las mangas, sobre todo, se pegaban piltrafas de carne, que se secaban y no se veían wav/81edea33-ddeb-4628-9838-c61a10a5223e_tmp.wav|Bien y tú, contestó el otro wav/59194b6d-cf1f-4ce5-8bc2-c11b74104bdb_tmp.wav|De otro caso sucedido por entonces se habló mucho entre los alumnos wav/68732541-0011-41b0-abd0-13b3743bb90a_tmp.wav|El interno extrajo el cerebro y lo envió con un mozo al domicilio del médico wav/fcfd045e-4fbb-4914-aa34-12abc922a32d_tmp.wav|Se contaban muchas historias como ésta, fueran verdad o no, con verdadera fruición wav/ed8a3f22-b94a-4b2a-b62f-d19d3f9e970b_tmp.wav|Andrés Hurtado no manifestaba más sensibilidad que los otros; no le hacía tampoco ninguna mella ver abrir, cortar y descuartizar cadáveres wav/92834a44-7600-492d-9149-3e0ad651eef9_tmp.wav|Lo que sí le molestaba, era el procedimiento de sacar los muertos del carro en donde los traían del depósito del hospital wav/48cb6ec3-d12e-4403-8c11-c2eb8445a27c_tmp.wav|Los mozos cogían estos cadáveres, uno por los brazos y otro por los pies, los aupaban y los echaban al suelo wav/7c1e8edc-8595-4cf1-9557-0bf7b133082f_tmp.wav|Eran casi siempre cuerpos esqueléticos, amarillos, como momias wav/b2460869-2765-4cdb-90cf-16a3570f327c_tmp.wav|A pesar de la repugnancia que le inspiraban tales cosas, no le preocupaban; la anatomía y la disección le producían interés wav/00739e43-dc38-42c2-8c48-a0eb63b4838a_tmp.wav|Esta curiosidad por sorprender la vida; este instinto de inquisición tan humano, lo experimentaba él como casi todos los alumnos wav/e0c1cd2f-7b09-4f28-9726-7cc4f2216bab_tmp.wav|Uno de los que lo sentían con más fuerza, era un catalán amigo de Aracil, que aún estudiaba en el Instituto wav/1dc5d371-9cb3-46bb-9816-53322b9bc32e_tmp.wav|Con las piltrafas, según decía, abonaba unos tiestos o los echaba al balcón de un aristócrata de la vecindad a quien odiaba wav/b7fb0b58-16da-473d-afd7-07bb6ee5e356_tmp.wav|Massó, especial en todo, tenía los estigmas de un degenerado wav/cf918a91-c518-447b-9d84-9641445d79d0_tmp.wav|Así, cuando iba a un café o al teatro salía por la misma puerta por donde había entrado para ir recogiendo el misterioso hilo wav/656199f6-b718-4fac-9014-3bd8d3056908_tmp.wav|Aracil demostraba casi siempre una crueldad desdeñosa, sin brutalidad, de un carácter femenino wav/bcd73a4e-112e-4001-83e6-00fe36618ec3_tmp.wav|Este libro, que comenzó treinta veces y treinta veces lo dejó aburrido, llegó a leerlo y a preocuparle wav/bd7b2fd8-d017-4075-be16-c3dc6452bb6c_tmp.wav|En muchos libros, en las primeras páginas en blanco, escribió el nombre de su héroe, y lo rodeó como a un sol de rayos wav/ec3a1aac-e7c4-4001-89cb-1a6b54b5b53f_tmp.wav|Este entusiasmo absurdo lo mantuvo secreto; no quiso comunicárselo a sus amigos wav/5cc4b834-6602-4bcf-8339-7fa291c9c746_tmp.wav|Sus cariños y sus odios revolucionarios, se los reservaba, no salían fuera de su cuarto wav/4def511d-12c4-4cbb-a8e2-51b9edc43c48_tmp.wav|Tenía Hurtado dos amigos a quienes veía de tarde en tarde wav/827296f3-ec5d-4b12-8f1c-8d24ef953e0b_tmp.wav|Con ellos debatía las mismas cuestiones que con Aracil y Montaner, y podía así apreciar y comparar sus puntos de vista wav/767c8b08-f209-4ca4-936e-e05a1120094d_tmp.wav|De estos amigos, compañeros de Instituto, el uno estudiaba para ingeniero, y se llamaba Rafael Sañudo; el otro era un chico enfermo, Fermín Ibarra wav/a695c45a-ae33-4488-8f07-c3b5aba415dd_tmp.wav|A Sañudo, Andrés le veía los sábados por la noche en un café de la calle Mayor, que se llamaba Café del Siglo wav/7471d192-4cec-42e5-97d6-8fd8ddde5900_tmp.wav|Sañudo y sus condiscípulos no hablaban en el café más que de música; de las óperas del Real, y sobre todo, de Wagner wav/4711b14b-9eb2-494f-9f29-9514957b6b0e_tmp.wav|Para ellos, la ciencia, la política, la revolución, España, nada tenía importancia al lado de la música de Wagner wav/2b2c22a4-38fd-4ceb-8da1-82e20b9e7016_tmp.wav|Wagner era el Mesías, Beethoven y Mozart los precursores wav/6196ccde-388e-4801-980f-f897691fced2_tmp.wav|A Hurtado, que no le preocupaba la música, estas conversaciones le impacientaban wav/1cba3b42-f41f-49c1-9f7a-670d5b8223e6_tmp.wav|Empezó a creer que esa idea general y vulgar de que el gusto por la música significa espiritualidad, era inexacta wav/727067f3-18f4-4a85-b482-c4b502a54bac_tmp.wav|Por lo menos en los casos que él veía, la espiritualidad no se confirmaba wav/fe1920c3-f676-464f-8b5e-50181bc46223_tmp.wav|Entre aquellos estudiantes amigos de Sañudo, muy filarmónicos, había muchos, casi todos, mezquinos, mal intencionados, envidiosos wav/71057181-f985-4137-8579-b40f8c6d14c1_tmp.wav|Entre ellas llamaba la atención una rubia muy guapa, acompañada de su madre wav/89cdd768-376a-4429-8f10-7f9c9c5c1729_tmp.wav|La madre era una chatorrona gorda, con el colmillo retorcido, y la mirada de jabalí wav/891623e0-2754-4195-9da8-0b530938bed2_tmp.wav|Hurtado comprendió que aquel no era su centro y dejó de ir por allí wav/f3f9517d-616a-4ed5-9919-e09a9210ab8d_tmp.wav|Varias noches, Andrés entraba en algún café cantante con su tablado para las cantadoras y bailadoras wav/76684f08-e074-47ad-830f-243bfbdafa2e_tmp.wav|La imaginación de Andrés le hacía ver peligros imaginarios que por un esfuerzo de voluntad intentaba desafiar y vencer wav/20955905-b8b7-4d9c-8ee1-7249965398c7_tmp.wav|Al verla, Andrés se estremecía y se echaba a temblar wav/20d15fbb-f9b3-431c-ba4e-b7b9301738ec_tmp.wav|Un día la oyó hablar con acento gallego, y sin saber por qué, todo su terror desapareció wav/b97aa7c3-4364-471a-a814-f8787cd280ad_tmp.wav|Muchos domingos por la tarde, Andrés iba a casa de su condiscípulo Fermín Ibarra wav/3c76da78-c791-4ddc-b356-9409eca6a020_tmp.wav|Fermín estaba enfermo con una artritis, y se pasaba la vida leyendo libros de ciencia recreativa wav/4dc3b8ea-2ba6-4f20-9b68-80dc47859fe2_tmp.wav|Su madre le tenía como a un niño y le compraba juguetes mecánicos que a él le divertían wav/02ad0f19-8101-4713-850f-adb0e7ed08de_tmp.wav|Hurtado le contaba lo que hacía, le hablaba de la clase de disección, de los cafés cantantes, de la vida de Madrid de noche wav/365ca40f-525b-47e5-895e-8bb36a47145f_tmp.wav|Fermín, resignado, le oía con gran curiosidad wav/2bae6c15-b137-43b7-b399-c833d7e0d3f3_tmp.wav|Cosa absurda; al salir de casa del pobre enfermo, Andrés tenía una idea agradable de su vida wav/96934f43-f3b6-48ec-87bd-c896c714e401_tmp.wav|La vida en general, y sobre todo la suya, le parecía una cosa fea, turbia, dolorosa e indominable wav/a7fad7a3-f8d2-468e-be12-a339fe86e2d7_tmp.wav|ARACIL, Montaner y Hurtado concluyeron felizmente su primer curso de Anatomía wav/1db235f9-d3db-49df-b3cc-cf324e2cc6f2_tmp.wav|Tal dosis de literatura, de crímenes, de aventuras y de misterios acabó por aburrirle wav/17294370-816b-4daa-b5f3-e77a5e7b0504_tmp.wav|Los primeros días del curso le sorprendieron agradablemente wav/83a4ae02-542c-411c-b3e2-1fd4b586ae69_tmp.wav|Era imposible que con aquel texto y aquel profesor llegara nadie a sentir el deseo de penetrar en la ciencia de la vida wav/57af217d-e5d4-4c84-b306-9fb811f882e4_tmp.wav|La Fisiología, cursándola así, parecía una cosa estólida y deslavazada, sin problemas de interés ni ningún atractivo wav/7c13c3e0-9409-497f-9e76-c0a85e75e640_tmp.wav|Era indispensable tomar la Fisiología como todo lo demás, sin entusiasmo, como uno de los obstáculos que salvar para concluir la carrera wav/6a788347-c796-481d-b72a-b41ee7788e42_tmp.wav|Esta idea, de una serie de obstáculos, era la idea de Aracil wav/21983238-592f-4b18-a20a-cea7f5c5c691_tmp.wav|Él consideraba una locura el pensar que habían de encontrar un estudio agradable wav/c28995db-060d-4f2e-9bbd-96a4c7eecaae_tmp.wav|Julio, en esto, y en casi todo, acertaba wav/d0b1f6b1-ca15-4765-a840-1da95afb0178_tmp.wav|Su gran sentido de la realidad le engañaba pocas veces wav/fe9f9ea7-721c-4f61-a0b2-1b079bf4c61e_tmp.wav|Aquel curso, Hurtado intimó bastante con Julio Aracil wav/7a5d09fe-af83-46e3-82a0-6edf64cb5a8b_tmp.wav|Julio era un año o año y medio más viejo que Hurtado y parecía más hombre wav/d2c3aabc-f750-4cfc-ac4c-6dfa744d0660_tmp.wav|Era moreno, de ojos brillantes y saltones, la cara de una expresión viva, la palabra fácil, la inteligencia rápida wav/f1ee2db1-4e43-4cab-97bf-5a29997cc01c_tmp.wav|Julio vivía con unas tías viejas; su padre, empleado en una capital de provincia, era de una posición bastante modesta wav/38ad68de-5ad2-4160-ad26-015c51143d2e_tmp.wav|Dada su tendencia práctica, era un poco paradójica esta resistencia suya a ser protegido wav/05c90a52-a905-4a36-b083-54038a8b924b_tmp.wav|Julio, muy hábil, no estudiaba casi nada, pero aprobaba siempre wav/b9d4e07e-e27b-4ea2-9186-e3cf88e749c9_tmp.wav|Buscaba amigos menos inteligentes que él para explotarles; allí donde veía una superioridad cualquiera, fuese en el orden que fuese, se retiraba wav/7e2ad8f9-2027-4f9a-9934-37b62ddd9ae2_tmp.wav|Llegó a confesar a Hurtado, que le molestaba pasear con gente de más estatura que él wav/bec6f3e8-f4f7-4cb8-b9f3-f610d3f4ccee_tmp.wav|Julio aprendía con gran facilidad todos los juegos wav/74478d32-7aa7-440d-9d63-1fbce3627193_tmp.wav|Sus padres, haciendo un sacrificio, podían pagarle los libros, las matrículas y la ropa wav/ffebc2f2-db5a-42f8-acc4-4194ccf304bc_tmp.wav|Aracil era un poco petulante, se cuidaba el pelo, el bigote, las uñas y le gustaba echárselas de guapo wav/abb4ada6-d385-4589-bb46-062038366264_tmp.wav|Hurtado le comparaba a esos insectos activos que van dando vueltas a un camino circular con una decisión inquebrantable e inútil wav/8ac8f729-2217-49da-a389-90421898d3e1_tmp.wav|Una de las ideas gratas a Julio era pensar que había muchos vicios y depravaciones en Madrid wav/79452cd5-e26e-436c-b514-bff25f78b103_tmp.wav|Julio era un verdadero fenicio; procedía de Mallorca y probablemente había en él sangre semítica wav/8309b17f-d249-4a81-a301-9f870d181c5c_tmp.wav|Por lo menos si la sangre faltaba, las inclinaciones de la raza estaban íntegras wav/ae2fa9bd-ac3d-4a30-974f-bb9eaecf6635_tmp.wav|Soñaba con viajar por el Oriente, y aseguraba siempre que, de tener dinero, los primeros países que visitaría serían Egipto y el Asia Menor wav/1da57d53-e1e1-47c8-a2b3-bfa5388ab4d0_tmp.wav|Aracil era un ejemplar acabado del tipo semita wav/7701b0ff-bede-4624-ba99-f9c383a0280c_tmp.wav|Sus ascendientes debieron ser comerciantes de esclavos en algún pueblo del Mediterráneo wav/6fcaf682-49b2-400b-b7e4-d578e76dcca8_tmp.wav|Daba tanta importancia al dinero, sobre todo al dinero ganado, que el comprobar lo difícil de conseguirlo le agradaba wav/868658b2-9659-4d2d-a580-cdb8b8842ac5_tmp.wav|Como era su dios, su ídolo, de darse demasiado fácilmente, le hubiese parecido mal wav/29a7b099-2c2d-4b84-84a1-4fabffb67e44_tmp.wav|Otra de las condiciones de Aracil era acomodarse a las circunstancias, para él no había cosas desagradables; de considerarlo necesario, lo aceptaba todo wav/d3243fd3-4dba-41a9-9d03-cfe2995b3687_tmp.wav|Con su sentido previsor de hormiga, calculaba la cantidad de placeres obtenibles por una cantidad de dinero wav/4e8957fa-2032-4506-ab0f-884a5fbc9398_tmp.wav|Esto constituía una de sus mayores preocupaciones wav/c7ef2ea2-4098-44b9-9291-2035d7c5a9ad_tmp.wav|Miraba los bienes de la tierra con ojos de tasador judío wav/0b594931-564f-499d-b790-04dd17b2647c_tmp.wav|Si se convencía de que una cosa de treinta céntimos la había comprado por veinte, sentía un verdadero disgusto wav/219cd0fc-a1d0-4315-9cfb-cf20201497c5_tmp.wav|Julio leía novelas francesas de escritores medio naturalistas, medio galantes; estas relaciones de la vida de lujo y de vicio de París le encantaban wav/33d6cbdc-75f9-4438-b9c0-3f207ea756d1_tmp.wav|De ser cierta la clasificación de Iturrioz, Montaner también tenía más del tipo semita que del ibérico wav/adae5213-fa50-480e-ad7b-ca564abd1577_tmp.wav|Era enemigo de lo violento y de lo exaltado, perezoso, tranquilo, comodón wav/738470ba-2405-452a-a948-7726d8ab6f64_tmp.wav|Cuando Andrés llegó a conocer a fondo a Montaner, se hizo amigo suyo wav/b1b1451f-dbc7-4f28-96e0-f5bd36edc406_tmp.wav|Concluyeron los tres compañeros el curso wav/41afd44d-0e69-4875-a8d4-22c2360b9261_tmp.wav|Aracil se marchó, como solía hacerlo todos los veranos, al pueblo en donde estaba su familia, y Montaner y Hurtado se quedaron en Madrid wav/d4229475-816b-4979-8813-365f5be52f9a_tmp.wav|Al final del verano un amigo le dió a Montaner una entrada para los Jardines del Buen Retiro wav/37620881-ab6b-443d-bf4f-0e413f0e08ec_tmp.wav|Fueron los dos todas las noches wav/ff4769ae-90e3-47eb-a031-0d4fe915213f_tmp.wav|Sin embargo, cuando Aracil llegaba a Madrid, los dos se reunían siempre con él wav/59385626-9dea-40d0-aef5-4e992a64c0e8_tmp.wav|Letamendi era un señor flaco, bajito, escuálido, con melenas grises y barba blanca wav/741a1f6f-3153-41a6-ab3f-a908d41cab8e_tmp.wav|Se veía en él un hombre que se había hecho una cabeza, como dicen los franceses wav/d9b90dec-bd7c-42df-8ca7-4afd0bceacaa_tmp.wav|La aplicación de las Matemáticas a la Biología le pareció admirable wav/23e77410-c914-48aa-b7a5-9308811b3991_tmp.wav|Estaba como siempre Sañudo con varios estudiantes de ingenieros wav/49a6f1bc-3093-4e43-ad54-ecd3a766f6c9_tmp.wav|Primeramente hay muchas más funciones matemáticas que sumar, restar, multiplicar y dividir wav/68fff440-4312-420d-aab6-d12e3916418c_tmp.wav|Además, sería necesario demostrar por qué no puede haber suma, por qué no puede haber resta y por qué no puede haber división wav/089133b8-85c7-42e6-b4ab-47ac92cdf2f9_tmp.wav|Después habría que demostrar por qué no puede haber dos o tres funciones simultáneas wav/9028396a-55e2-4d5a-aa29-2d61cfb51e49_tmp.wav|Su único mérito real era tener condiciones de literato, de hombre de talento verbal wav/7a38c1b9-91e4-462f-8020-1dadaa23fa1a_tmp.wav|Letamendi es un hombre sin una idea profunda; no tiene en la cabeza más que palabras y frases wav/0f544e07-0431-4b87-96cd-0f81cd56c1f7_tmp.wav|Ahora, como vosotros no las comprendéis, os parecen extraordinarias wav/2d8024d3-440a-44c2-a8a6-81749f18ccf5_tmp.wav|El verano, durante las vacaciones, Andrés leyó en la Biblioteca Nacional algunos libros filosóficos nuevos de los profesores franceses e italianos y le sorprendieron wav/cb40a157-0082-4bc2-8eb6-f92dd45fbc4a_tmp.wav|La mayoría de estos libros no tenían más que el título sugestivo; lo demás era una eterna divagación acerca de métodos y clasificaciones wav/0ac0d419-6ff6-4525-916e-4a59186501da_tmp.wav|Este espíritu latino y su claridad tan celebrada le pareció una de las cosas más insulsas, más banales y anodinas wav/a59482c9-3c35-4a60-9e82-2135d581e359_tmp.wav|Debajo de los títulos pomposos no había más que vulgaridad a todo pasto wav/c8fece58-9103-4719-ba50-24798c1b867d_tmp.wav|Aquello era, con relación a la filosofía, lo que son los específicos de la cuarta plana de los periódicos respecto a la medicina verdadera wav/3108020c-fe92-43e8-8678-76d022490409_tmp.wav|Ya aprovechaba algo más lo que leía y le quedaban las líneas generales de los sistemas que iba desentrañando wav/2497a5a0-90fe-4782-b44f-59bb86d1b62a_tmp.wav|AL principio de otoño y comienzo del curso siguiente, Luisito, el hermano menor, cayó enfermo con fiebres wav/14aeca57-21c0-4a6d-9462-2711705dabe5_tmp.wav|Andrés sentía por Luisito un cariño exclusivo y huraño wav/a0e5b213-1f7d-4253-a7ef-53178dc96bbd_tmp.wav|El chico le preocupaba de una manera patológica, le parecía que los elementos todos se conjuraban contra él wav/5da33aa4-4ffd-4a0c-b8e0-ca1e793ff514_tmp.wav|Visitó al enfermito el doctor Aracil, el pariente de Julio, y a los pocos días indicó que se trataba de una fiebre tifoidea wav/81c2ad78-89a9-456f-b3d4-06509d21c6f5_tmp.wav|El doctor Aracil a todo decía que no wav/68cfc099-8557-4ce6-b22e-e73215137beb_tmp.wav|Andrés era el encargado de preparar el baño y tomar la temperatura a Luis wav/0d4421ad-e05e-45fa-9348-3e0894a3ba9b_tmp.wav|El enfermo tuvo días de fiebre muy alta wav/d80540fc-5b51-406a-adc6-70fee77438a6_tmp.wav|Por las mañanas, cuando bajaba la calentura, preguntaba a cada momento por Margarita y Andrés wav/b95fb55e-b4dc-4d5f-9556-d5f58af76648_tmp.wav|Andrés desde entonces comenzó a sentir una gran estimación por Margarita; el cariño de Luisito los había unido wav/c49b3d70-76ab-4323-bfea-e049cffd5848_tmp.wav|A los treinta o cuarenta días la fiebre desapareció, dejando al niño flaco, hecho un esqueleto wav/bc4f3f58-d533-40d5-a211-089461cf943e_tmp.wav|Andrés adquirió con este primer ensayo de médico un gran escepticismo wav/c769242d-0e5e-4533-95f9-b0e40c0739cf_tmp.wav|Empezó a pensar si la medicina no serviría para nada wav/e584ac73-01c6-49cd-94ec-c13e46822bad_tmp.wav|No era una manera de alentar los entusiasmos médicos de los alumnos, pero indudablemente el profesor lo creía así y hacía bien en decirlo wav/6612dba8-f604-4a42-ade1-c6682aaee5d9_tmp.wav|Un día este estudiante le preguntó a Andrés qué le pasaba para estar sombrío y triste wav/7b3e9b53-c72d-4ace-9e48-7384d5f69718_tmp.wav|Andrés le contó que tenía al hermano enfermo, y el otro intentó tranquilizarle y consolarle wav/d9f23092-87b9-41f2-9680-64be9e9fd66a_tmp.wav|Hurtado le agradeció la simpatía y se hizo amigo del viejo estudiante wav/7552e125-dae8-443a-a2c9-cd43605831be_tmp.wav|Los dos tenían una vida interior distinta al resto de los estudiantes wav/4d3c05d5-723d-44fe-9c85-622e990348d5_tmp.wav|Lamela le tomó a Hurtado por confidente y le contó sus amores con toda clase de detalles wav/60335f99-82ae-417f-93e4-219494950e53_tmp.wav|A Andrés le gustaba encontrarse con un tipo distinto a la generalidad wav/8bcb59c2-4469-4ec2-b659-2c305e06d807_tmp.wav|El primero que conoció Andrés fué Lamela; por eso le interesaba wav/e6cebf6d-99a6-447e-a949-4a88b687b230_tmp.wav|Según él, había que dar al cuerpo necesidades mezquinas y groseras y conservar el espíritu limpio wav/266389fa-a05c-4afa-854a-147321886faa_tmp.wav|Son cosas inventadas por los curas para sacar dinero wav/e7a6824a-69d9-439d-97d1-0d6e36ac785e_tmp.wav|Discurría como un hombre de a principio del siglo wav/93f045c4-acd8-4625-83c9-456365684cee_tmp.wav|La concepción mecánica actual del mundo económico y de la sociedad, para él no existía wav/d6da96c8-f3c8-4958-9530-57394e48c63e_tmp.wav|Toda la cuestión social se resolvía con la caridad y con que hubiese gentes de buen corazón wav/f14c75cf-5a88-435b-bd3d-59258093e4e1_tmp.wav|Cuando Lamela le mostró un día a su amada, Andrés se quedó estupefacto wav/bec6e07c-a877-478a-94cc-0812e8d45118_tmp.wav|Era una solterona fea, negra, con una nariz de cacatúa y más años que un loro wav/c7513e21-2e4a-4cf5-b8da-c617409f4c9a_tmp.wav|Además de su aire antipático, ni siquiera hacía caso del estudiante gallego, a quien miraba con desprecio, con un gesto desagradable y avinagrado wav/41b5990e-7377-4315-9858-2a6f7ad7e973_tmp.wav|Al espíritu fantaseador de Lamela no llegaba nunca la realidad wav/59f1c38b-4409-4596-878f-57b8c809f43e_tmp.wav|A todo le quería dar una significación complicada y fuera de lo normal wav/4e8bee3a-5823-4c7a-b891-3fcd3ca4e524_tmp.wav|Iba con la señora de compañía; fuí detrás de ella, entró en su casa y poco después salió un criado al balcón wav/9d539c5f-2222-4e7c-8c21-aea5b516e507_tmp.wav|El gallego se reía con su risa bonachona wav/364a0a07-6bca-44c6-8dbb-e4d03dce5415_tmp.wav|Alguna que otra vez fué Hurtado a verle a su casa wav/3217162f-f41f-45fd-88fb-74dd11ca51ea_tmp.wav|La decoración de su cuarto consistía en una serie de botellas vacías, colocadas por todas partes wav/fa84f622-0273-40f0-a372-862c18fafde8_tmp.wav|Lamela tenía escondidas las botellas dentro de la chimenea, en el baúl, en la cómoda wav/27df2967-e41d-4dee-b278-2be3fc172e6b_tmp.wav|Estaba convencido de que no había hipnótico como el vino, y que a su lado el sulfonal y el cloral eran verdaderas filfas wav/408fec42-9d14-442c-873c-6cb8b51a144a_tmp.wav|Para Lamela, Aracil y Montaner eran de esta última clase, de los más mezquinos e insignificantes wav/0346d7bf-1434-4276-b7ad-1dbc506dc1a3_tmp.wav|Verdad es que ninguno de los dos le tomaba en serio a Lamela wav/c3376abe-d2a3-4170-9045-fc50e8d0efc9_tmp.wav|Andrés contaba en su casa las extravagancias de su amigo wav/167c3eba-b760-4360-abe6-be00f8058567_tmp.wav|A Margarita le interesaban mucho estos amores wav/839666ce-a4f3-4f9a-bb42-48a17b4b87b7_tmp.wav|SIN gran brillantez, pero también sin grandes fracasos, Andrés Hurtado iba avanzando en su carrera wav/19980e28-5a03-45fe-90b2-0134a0811433_tmp.wav|La visita en San Juan de Dios fué un nuevo motivo de depresión y melancolía para Hurtado wav/9aade4b4-a4c3-45cb-ad15-26b84096021f_tmp.wav|Pensaba que por una causa o por otra el mundo le iba presentando su cara más fea wav/03c812fd-a799-493b-a929-e840cb8ca69f_tmp.wav|Lamela, sin pensarlo, viviendo con sus ilusiones, tomaba las proporciones de un sabio wav/35d42db9-7a67-45cd-aeac-16c78ec4807b_tmp.wav|Aracil, Montaner y Hurtado visitaron una sala de mujeres de San Juan de Dios wav/1a9d4c42-0259-468c-bfc6-8cb06895e544_tmp.wav|Para un hombre excitado e inquieto como Andrés, el espectáculo tenía que ser deprimente wav/82419a44-dedc-4dba-b0ce-32597da8a942_tmp.wav|Las enfermas eran de lo más caído y miserable wav/959d27db-dd05-4ef3-8256-33f525271c50_tmp.wav|De este modo no entraba allí el sol ni el aire wav/f5039eb2-e8cb-4973-b9d6-991c5834315c_tmp.wav|El médico de la sala, amigo de Julio, era un vejete ridículo, con unas largas patillas blancas wav/7cc86f19-d590-4001-af39-bdf80a3439d1_tmp.wav|Aquel petulante idiota mandaba llevar castigadas a las enfermas a las guardillas y tenerlas uno o dos días encerradas por delitos imaginarios wav/458be15e-2f1e-4f79-87db-2067b4c6d4a0_tmp.wav|El hablar de una cama a otra durante la visita, el quejarse en la cura, cualquier cosa, bastaba para estos severos castigos wav/425234b5-5084-4cad-ad11-c78f1644d712_tmp.wav|Otras veces mandaba ponerlas a pan y agua wav/6bddde99-4e29-4423-9b82-42cc00974d3f_tmp.wav|Era un macaco cruel este tipo, a quien habían dado una misión tan humana como la de cuidar de pobres enfermas wav/40d0fbfb-cfb2-4c52-8bc4-cfc53eaea248_tmp.wav|Hurtado no podía soportar la bestialidad de aquel idiota de las patillas blancas, Aracil se reía de las indignaciones de su amigo wav/97a84e6b-708d-4d79-9a80-db9891ff4698_tmp.wav|Una vez Hurtado decidió no volver más por allá wav/8e05c52e-2753-4cea-83a2-d305ea377cce_tmp.wav|Había una mujer que guardaba constantemente en el regazo un gato blanco wav/e67dbfed-31d4-4e93-81c4-ceff30918467_tmp.wav|Era una mujer que debió haber sido muy bella, con ojos negros, grandes, sombreados, la nariz algo corva y el tipo egipcio wav/f674fd29-e664-4d54-9475-e2a295ce6756_tmp.wav|El gato era, sin duda, lo único que le quedaba de un pasado mejor wav/87d8fc4c-fbbe-4b4f-8dbb-b078a1afb184_tmp.wav|El practicante y una enfermera comenzaron a perseguir al animal por toda la sala; la enferma miraba angustiada esta persecución wav/9a61eae7-8e67-41fe-b3d1-dd5aaecd8c57_tmp.wav|La enferma seguía la caza con la mirada, y cuando vió que cogían a su gato, dos lágrimas gruesas corrieron por sus mejillas pálidas wav/fcc7d13a-d683-4c79-a51b-f99f85051020_tmp.wav|Si no quieres venir aquí, márchate wav/8a976d8a-9c23-458a-b211-5ca53ff2d9cc_tmp.wav|Desde aquel día ya no quiso volver más a San Juan de Dios wav/827a7e79-2f1f-4efd-9294-056fa3b43f84_tmp.wav|La exaltación humanitaria de Andrés hubiera aumentado sin las influencias que obraban en su espíritu wav/873f57ec-8764-4bff-9575-eb6514043962_tmp.wav|Andrés sintió el atractivo de este sentimentalismo, quizá algo morboso wav/f66b1a56-20a2-4b07-8ba9-bdb03ac93e56_tmp.wav|Las palabras de Aracil eran la gota de agua fría en las exaltaciones humanitarias de Andrés wav/6c936339-beaf-40c4-86da-fd8a050b42dc_tmp.wav|La inacción, la sospecha de la inanidad y de la impureza de todo arrastraban a Hurtado cada vez más a sentirse pesimista wav/9ddba5a8-8b72-4a5c-8d3b-174a8e84518b_tmp.wav|Se iba inclinando aun anarquismo espiritual, basado en la simpatía y en la piedad, sin solución práctica ninguna wav/2bd6c1f5-2bef-4c49-95b9-f240852fe09e_tmp.wav|Pensaba que en la vida ni había ni podía haber justicia wav/32886994-1e80-4395-9444-0f9c5e60a66d_tmp.wav|A mediados de curso se celebraron exámenes de alumnos internos para el hospital general wav/83926c14-b395-4110-8a2c-42da9e201506_tmp.wav|Aracil, Montaner y Hurtado decidieron presentarse wav/05702744-2aa9-45b0-a7f6-f6fbd42bfa4d_tmp.wav|El examen consistía en unas preguntas hechas al capricho por los profesores acerca de puntos de las asignaturas ya cursadas por los alumnos wav/7da8f55f-51a0-4b25-9fcc-5f9ed7bdab0c_tmp.wav|Hurtado fué a ver a su tío Iturrioz para que le recomendara wav/54a603f6-c15e-4dec-9391-f451ececa042_tmp.wav|Además, cobraré unos cuartos, que me convienen wav/4c8614f1-1f46-4255-b6c6-ed4fc2a23931_tmp.wav|Contigo se sabe a qué atenerse; eso me gusta wav/4ef783d6-6de3-4def-801c-2f02bee855f0_tmp.wav|En el examen, Aracil y Hurtado salieron aprobados wav/81c9a568-5540-451f-bef5-744a6cfd2b9a_tmp.wav|Andrés fué llamado por un médico amigo de su tío, que visitaba una de las salas altas del tercer piso del hospital wav/ea30c5ad-7079-49c5-b6bd-c05791c3836b_tmp.wav|El médico, hombre estudioso, había llegado a dominar el diagnóstico como pocos wav/63d9a71b-e6dd-46b1-9f71-8402ead6acf8_tmp.wav|A Andrés le preocupaban más las ideas y los sentimientos de los enfermos que los síntomas de las enfermedades wav/a7105e0a-de6a-47ff-9e1a-0f5f1179d79d_tmp.wav|Pronto pudo ver el médico de la sala la poca afición de Hurtado por la carrera wav/04a13d5a-05d6-4961-ad4d-3bc4feb128a4_tmp.wav|El médico de la sala estaba en lo cierto wav/d192e7be-8949-412e-89b5-b6921dda56c8_tmp.wav|La inmoralidad dominaba dentro del vetusto edificio wav/15a5e863-e549-4be4-8cce-c86ee28f7d70_tmp.wav|Como la carrera de médico era demasiado larga para él, se iba a examinar de ministrante, y si podía, pensaba abandonar definitivamente los hábitos wav/98c1946c-bbf1-43c5-a5af-8206fe01332a_tmp.wav|El otro cura era un mozo bravío, alto, fuerte, de facciones enérgicas wav/2db7794a-8286-4ea2-bd1f-218feb85b7c7_tmp.wav|Hablaba de una manera terminante y despótica; solía contar con gracejo historias verdes, que provocaban bárbaros comentarios wav/6375c9ea-5705-4288-94eb-f328198d9076_tmp.wav|Como perdía en el juego con frecuencia, tenía muchos apuros wav/98a3aecc-9f89-410e-a432-71d48b73b0ee_tmp.wav|No voy a tener más remedio que lanzarme a la calle a decir misa en todas partes y tragarme todos los días catorce hostias wav/3809c92d-29d6-4bbf-96af-3ffdd2208b02_tmp.wav|A Hurtado estos rasgos de cinismo no le agradaban wav/2307981c-0ba2-4466-87b0-1b70e151b553_tmp.wav|Andrés se hizo amigo de las hermanas de la Caridad de su sala y de algunas otras wav/8565cff8-8e47-4437-84b6-b620d127d20a_tmp.wav|Luego las buenas hermanas tenían lo mejor del hospital acotado para ellas wav/c0180c31-1793-4217-9c19-30fe51b42da6_tmp.wav|Andrés leyó el diario y quedó sorprendido wav/f612ee48-5965-4618-9cf0-34c0fd0d7194_tmp.wav|Había allí una narración tan sencilla, tan ingenua de la vida hospitalesca, contada con tanta gracia, que le dejó emocionado wav/3f7f4a93-4ecc-4f2e-9fcb-d7f94649d2aa_tmp.wav|Andrés quiso enterarse de quién era sor María, de si vivía en el hospital o dónde estaba wav/7cbee82b-3620-470d-bc0a-c14bed02d0e4_tmp.wav|No tardó en averiguar que había muerto wav/39a627bd-0063-495d-952b-c8198a406c52_tmp.wav|Una monja, ya vieja, la había conocido wav/069df8ef-0949-4d97-8587-290550279d0f_tmp.wav|No se atrevió Andrés a preguntar cómo era, qué cara tenía, aunque hubiese dado cualquier cosa por saberlo wav/c30f0fb5-4929-4daa-bb5c-b92ce5ad9e34_tmp.wav|Un tipo misterioso y extraño del hospital, que llamaba mucho la atención, y de quien se contaban varias historias, era el hermano Juan wav/5137d278-f534-4146-885e-4b74df418579_tmp.wav|Este hombre, que no se sabía de dónde había venido, andaba vestido con una blusa negra, alpargatas y un crucifijo colgado al cuello wav/8d6c9547-ed4a-481e-b346-a7d95cab04e7_tmp.wav|El hermano Juan cuidaba por gusto de los enfermos contagiosos wav/76caaa81-d557-4eb0-8ef8-006d36d3321f_tmp.wav|Era, al parecer, un místico, un hombre que vivía en su centro natural, en medio de la miseria y el dolor wav/6c0207bf-493c-419f-b15f-1d86fde850e2_tmp.wav|El hermano Juan era un hombre bajito, tenía la barba negra, la mirada brillante, los ademanes suaves, la voz melíflua wav/e0af56ee-6b8b-4d3e-90b5-97a91c67c0b5_tmp.wav|Vivía en un callejón que separaba San Carlos del Hospital General wav/d4c92a08-4350-441e-9f62-8686f4fe0a7b_tmp.wav|En este cuchitril se encerraba con un perrito que le hacía compañía wav/f8abd178-748f-406a-8cc7-a2cfbf724466_tmp.wav|A cualquier hora que fuesen a llamar al hermano, siempre había luz en su camaranchón y siempre se le encontraba despierto wav/eeb2b533-b0ca-4f9f-9fa1-2fa5c474ecda_tmp.wav|Fueron todos al callejón en donde el hermano tenía su escondrijo wav/4ad05c68-ddf5-4feb-b7a3-411543344ba4_tmp.wav|Llamaron e inmediatamente apareció el hermano con su blusa negra wav/8ed3f50c-ca3d-4b84-a230-2950942880bc_tmp.wav|Pero ya veré, ya veré si tengo algo wav/5c3edef7-8f7d-4784-a0ba-472c6cf04878_tmp.wav|Volvieron los estudiantes al cuarto de guardia, comieron las galletas, tomaron el café y discutieron el caso del hermano wav/df6fe211-9dd5-4626-9b2c-16fe915e107c_tmp.wav|El hermano Juan era el tipo raro del hospital wav/c183b564-f606-4b7d-9d90-358966d07115_tmp.wav|Cuando recibía dinero, no se sabía de dónde, convidaba a comer a los convalecientes y regalaba las cosas que necesitaban los enfermos wav/06d183b7-f283-4539-8895-787cc40be7fd_tmp.wav|Había en él algo anormal, indudablemente wav/5898edf3-aa6b-4883-a522-c624a5d8071c_tmp.wav|Así que cuando veía al hermano Juan, sentía esa impresión repelente, de inhibición, que se experimenta ante los monstruos wav/0e18b318-e00b-4245-86a9-6414ea4ce0a7_tmp.wav|JULIO Aracil había intimado con Andrés wav/984e443b-f96a-4fa2-8c8b-6a7de435c1f3_tmp.wav|La vida en común de ambos en San Carlos y en el hospital, iba unificando sus costumbres, aunque no sus ideas ni sus afectos wav/81b1e426-e982-4a10-8819-808ae80382fc_tmp.wav|Con su dura filosofía del éxito, Julio comenzaba a sentir más estimación por Hurtado que por Montaner wav/042831c1-fe6c-4113-8058-b3f6f0baf3e5_tmp.wav|Julio Aracil comenzaba a experimentar por su amigo un gran desprecio y a desearle que todo le saliera mal wav/3c0bfe3f-cff7-426d-b6ce-e057e85098f6_tmp.wav|Julio quería que Andrés siguiera sus pasos de hombre de mundo wav/2e37910e-932d-4132-8e56-9bc62bc8d135_tmp.wav|Yo estoy arreglado con Niní, con la mayor; tú te puedes entender con la chiquita wav/b8b34714-407f-417a-a7ad-7a87e1d6993d_tmp.wav|Solemos ir los dos a un rincón de la calle de Cervantes, que yo conozco, y que te lo recomendaré cuando lo necesites wav/d8aa032e-1ca8-450f-950f-cf5b1e6cb6e0_tmp.wav|Si tú puedes hacer lo mismo, serás un tonto si no lo haces wav/01c0f0a3-0c71-48b4-a45a-2cf41bdecb99_tmp.wav|A Hurtado no le parecía bien este egoísmo; pero tenía curiosidad por conocer a la familia, y fué una tarde con Julio a verla wav/be51c41b-e065-4aff-b5a5-cdcec3bb5fa5_tmp.wav|El que las chicas se llamaran Niní y Lulú procedía de la niñera que tuvieron por primera vez, una francesa wav/93b7cdba-83af-46f7-923d-ef26b46b6ac5_tmp.wav|Era un producto marchito por el trabajo, por la miseria y por la inteligencia wav/f087e4f9-a329-4f02-90c0-f5e3d2aa2fc1_tmp.wav|Sus diez y ocho años no parecían juventud wav/4dc6e610-ff9b-4e54-b8a8-04e6eb12b51a_tmp.wav|Su hermana Niní, de facciones incorrectas, y sobre todo menos espirituales, era más mujer, tenía deseo de agradar, hipocresía, disimulo wav/61e851fb-b95f-424e-be7e-4f8f36cfbad0_tmp.wav|El esfuerzo constante hecho por Niní para presentarse como ingenua y cándida, le daba un carácter más femenino, más corriente también y vulgar wav/49424557-7344-4734-ad89-18e939c90926_tmp.wav|Andrés quedó convencido de que la madre conocía las verdaderas relaciones de Julio y de su hija Niní wav/5400b31f-bf0d-4fb1-a10b-d3aa86376437_tmp.wav|Sin duda ella misma había dejado que la chica se comprometiera, pensando que luego Aracil no la abandonaría wav/d924bbf4-db53-469e-aeb2-b2da6f6ea392_tmp.wav|El petróleo para la luz y las pastas, el alquiler del piano y el pianista, se pagarán entre todos wav/4e994eaa-4ba4-4a79-93d4-6b7bba619019_tmp.wav|De manera que si tú quieres ser de la cuadrilla, ya estás apoquinando wav/e9e4de18-ad30-407a-ac10-5676335b2850_tmp.wav|El domingo de Carnaval, después de salir de guardia del hospital, fué Hurtado al baile wav/9ff22a3e-a3fe-468b-8b84-313732b6806f_tmp.wav|Eran ya las once de la noche wav/dfe9bd98-59d1-454b-b38a-9cfffaaf743f_tmp.wav|El sereno le abrió la puerta wav/8398c4ef-ae69-4808-8724-f754e72da6ee_tmp.wav|La casa de doña Leonarda rebosaba gente; la había hasta en la escalera wav/407d6b6e-9b37-4095-b2c8-101373f4f3ac_tmp.wav|Al entrar Andrés se encontró a Julio en un grupo de jóvenes a quienes no conocía wav/e042ba44-7c12-40c7-b689-3a8dce3e3071_tmp.wav|También le presentó a Antoñito Casares, empleado y periodista, hombre de gran partido entre las mujeres wav/6d80dd03-d4ad-4f73-8144-4f1ce2334069_tmp.wav|Antoñito era un andaluz con una moral de chulo; se figuraba que dejar pasar a una mujer sin sacarle algo era una gran torpeza wav/33cf7dc5-06d4-4b83-b567-09e1e0456ebb_tmp.wav|Para Casares toda mujer le debía, sólo por el hecho de serlo, una contribución, una gabela wav/92fe615b-b423-46ad-9fcd-6ba9c80a9b7e_tmp.wav|Como tenía buen aspecto y vestía bien, al principio las muchachas a quien se dirigía le acogían como a un pretendiente aceptable wav/38ef6016-eef5-4bad-9809-7e4af45d1649_tmp.wav|El audaz trataba de ganar terreno; hablaba a las criadas, mandaba cartas, paseaba la calle wav/0ef4877f-6dde-495d-9b95-4bb4cb390fde_tmp.wav|Julio Aracil sentía un gran entusiasmo por Casares, a quien consideraba como un compadre digno de él wav/50aaf213-dc77-4303-90f4-c36fd16a75f3_tmp.wav|Los dos pensaban ayudarse mutuamente para subir en la vida wav/caef6f84-af2f-4a70-9fa6-f8e5f49ddd70_tmp.wav|Cuando comenzaron a tocar el piano todos los muchachos se lanzaron en busca de pareja wav/68884c45-5f85-4ee8-9fc2-9828cfcc032b_tmp.wav|Y Julio Aracil sonrió, remedando a la madre de Niní, con su sonrisa de hombre mal intencionado y canalla wav/1ff0f7cc-9f24-489e-9f1c-be907b38eb1b_tmp.wav|Había varios quinqués de petróleo iluminando la sala y el gabinete wav/7367d73e-74f5-4b72-8c99-727386103ceb_tmp.wav|En el comedorcito, la mesa ofrecía a los concurrentes bandejas con dulces y pastas y botellas de vino blanco wav/d9aaa6d9-8380-49fd-9e46-219aeb9e250b_tmp.wav|Entre las muchachas que más sensación producían en el baile había una rubia, muy guapa, muy vistosa wav/0a88c97a-4a0a-40b2-9d18-cfc7c1560077_tmp.wav|Toda la familia de la muchacha tenía cierto estigma de anormalidad wav/47aa83fc-2f6f-47c9-abb9-424975a5c563_tmp.wav|A esta rubia guapa, que se llamaba Estrella, la distinguían casi todas las vecinas con un odio furioso wav/029b3325-cc9c-44d4-a341-5d510dbedea1_tmp.wav|Doña Leonarda no quería que sus hijas se trataran con aquella muchacha; según decía, ella no podía sancionar amistades de cierto género wav/8285e5be-1d5d-425c-9d3c-65c71701aa43_tmp.wav|Andrés avanzó en el cuarto hasta sentarse cerca de Lulú wav/a666b2ea-9249-46c7-88db-8bcf084edaee_tmp.wav|Casares se acercó a Lulú a invitarle a bailar wav/1698786f-5bb9-44ff-919a-398817cfe035_tmp.wav|Siguió el baile con animación creciente y Andrés permaneció sin hablar al lado de Lulú wav/7740b0bd-e0c7-4117-ac5f-c02851b87056_tmp.wav|Ahora, que usted es demasiado delicado para confesarlo wav/ba7e7ebe-7ecf-4c5d-8166-a928074c623d_tmp.wav|A él le parece eso muy natural wav/234a39be-f3f8-4a14-a201-1b7b1dfd2e49_tmp.wav|Se tiene una novia pobre, una señorita cursi como nosotras para entretenerse, y después se busca una mujer que tenga algún dinero para casarse wav/a8a2d804-cfde-4548-948c-0839d0e9d5f2_tmp.wav|Yo le conozco mucho a Julio wav/9d384c52-5259-4c57-86c1-580036706ea3_tmp.wav|Es un egoísta y un canallita wav/f9ef0de5-ef8f-4e76-9bfb-50392b9ae4a7_tmp.wav|Está engañando a mi madre y a mi hermana wav/725f19a9-c6d6-4b18-bc96-66faa582569f_tmp.wav|Además, en usted no hay caso, porque no se va a enamorar usted de mí, ni aun para divertirse wav/45e061c8-994a-4ae9-a034-80e58236672b_tmp.wav|Ella comprendía que no gustara a los hombres wav/7f6f359a-37d1-423d-af99-7ad3687773e6_tmp.wav|Andrés pensó que esta repulsión provenía más que nada de la miseria orgánica, de la falta de alimentación y de aire wav/8add05e0-0701-470c-9a7f-3d06267c3a4f_tmp.wav|Lulú le confesó que estaba deseando morirse, de verdad, sin romanticismo alguno; creía que nunca llegaría a vivir bien wav/c9e2b564-604e-442c-84c0-b7e3d6381491_tmp.wav|La conversación les hizo muy amigos a Andrés y a Lulú wav/409c101a-bc4a-48ba-8dfd-43ccfbf3839b_tmp.wav|A las doce y media hubo que terminar el baile wav/7e4fd052-2df9-44fe-bc07-878c6c7f9ee4_tmp.wav|ANDRÉS salió a la calle con un grupo de hombres wav/a2c7daf5-bea4-4278-8362-c3f47db7976c_tmp.wav|Se acercaron a una casa próxima, de la misma calle, que hacía esquina a la de la Verónica wav/c3bdd5c2-8a43-4eda-9986-bc93d44dcc3b_tmp.wav|Julio llamó al sereno, que les abrió la puerta, y subieron todos al piso principal wav/7aea2ea6-6e88-40b3-9927-1653bd153af9_tmp.wav|Salió a recibirles una criada vieja que les pasó a un comedor en donde estaba la comadrona sentada a una mesa con dos hombres wav/2073548b-6b6c-44b2-b99d-0c92b02dba84_tmp.wav|Tenían delante una botella de vino y tres vasos wav/7346fad4-dc1f-4271-a904-e8846ecf0721_tmp.wav|De los dos hombres, uno era el amante de la comadrona wav/a834b8d2-ed0d-4f15-af50-3544b23b3c1c_tmp.wav|Doña Virginia le presentó como un italiano profesor de idiomas de un colegio wav/29e160e1-50f7-4d41-bcc2-8f09f7d5fdc7_tmp.wav|Doña Virginia dijo a sus visitantes que aquel día estaba de guardia, cuidando a una parturiente wav/698ba493-0982-45b8-aecd-e0132232fd50_tmp.wav|Doña Virginia pretendía demostrar que era de una exquisita sensibilidad wav/132e9c1d-c5a0-4832-87cc-0641c82caee6_tmp.wav|A Andrés esta mujer le pareció repulsiva wav/ebacb2be-1268-49ef-82ad-99acab341e10_tmp.wav|En vista de que no podían quedarse allí, salió todo el grupo de hombres a la calle wav/6edb2e6a-e0e0-4329-857b-f2f01b265602_tmp.wav|Hacía abortar, suprimía chicos, secuestraba muchachas y las vendía wav/3dfe0b0b-46df-481a-a24e-3fce7d35a7a8_tmp.wav|En estos negocios de abortos y de tercerías manifestaba una audacia enorme wav/b8900111-a867-4d2f-b6a9-e881e9d950fc_tmp.wav|Pura habrá salido del teatro ahora wav/1624b3fe-ffbd-40e9-a2a7-320edd5ebc34_tmp.wav|Villasús, según le dijeron a Andrés, era un autor dramático que tenía dos hijas coristas wav/8802ecc5-3155-41b3-a2d6-4959a690c36c_tmp.wav|Este Villasús vivía en la Cuesta de Santo Domingo wav/1de4b9e6-889a-4b66-bb7d-d069aaa38406_tmp.wav|Este señor Rafael Villasús era un pobre diablo autor de comedias y de dramas detestables en verso wav/20fc3536-ec67-4d94-8640-b54975ebe286_tmp.wav|Pura, la mayor, tenía un hijo con un sainetero amigo de Casares, y Ernestina estaba enredada con un revendedor wav/d4b632c4-90b3-4d86-8dd4-253051980692_tmp.wav|Era un hombre alto, flaco, moreno, con el labio inferior colgante wav/d608b918-32a8-4469-ab8b-0db090609bb0_tmp.wav|Los dos saineteros hicieron gala de su ingenio, sacando a relucir una colección de chistes viejos y manidos wav/7755ca59-db14-486b-9904-4e6d71cbd721_tmp.wav|Se reían de la chifladura del padre, que creía que todo aquello era la vida artística wav/605674a6-dab1-4cc8-945b-5c87fd602d4a_tmp.wav|El pobre imbécil no notaba la mala voluntad que ponían todos en sus bromas wav/cb7c1c84-21be-4dc8-8752-2a0566077033_tmp.wav|Las hijas, dos mujeres estúpidas y feas, comieron con avidez los pasteles que habían llevado los visitantes, sin hacer caso de nada wav/3661c6e8-b00a-4637-afad-1559fb700e74_tmp.wav|Uno de los saineteros hizo el león, tirándose por el suelo y rugiendo, y el padre leyó unas quintillas que se aplaudieron a rabiar wav/70622192-e292-4b1b-9c78-e9cf1f3344ef_tmp.wav|Este estaba empeñado en ensuciarse en uno de los pucheros de la cocina y echarlo luego en la tinaja del agua wav/c81c947b-5e04-42f5-9ddd-4eb9bb20c14c_tmp.wav|Le parecía la suya una ocurrencia graciosísima wav/b5c13b03-291d-4e45-b855-b906b5c2555b_tmp.wav|Casares tuvo que intervenir, y como sin duda quería marcharse, aprovechó la ocasión de acompañar a Hurtado diciendo que iba para evitar cualquier conflicto wav/33d4892d-be9b-4ee0-8795-5ca45e429763_tmp.wav|Pura bajó a abrirles la puerta, y el periodista y Andrés fueron juntos hasta la Puerta del Sol wav/2a36e096-df98-4526-af1d-cd592ad3e8e2_tmp.wav|Casares le brindó su protección a Andrés; sin duda, prometía protección y ayuda a todo el mundo wav/38cc77a9-ff2f-41de-af38-175779aec97b_tmp.wav|Hurtado se marchó a casa mal impresionado wav/de363427-ea80-487f-8535-cc4df54d4c84_tmp.wav|Doña Virginia, explotando y vendiendo mujeres; aquellos jóvenes, escarneciendo a una pobre gente desdichada wav/ce64ee84-34a6-4d57-a8f6-32941af5339f_tmp.wav|La piedad no aparecía por el mundo wav/c20a26b2-f0a3-45af-919c-c4586322b5a2_tmp.wav|LA conversación que tuvo en el baile con Lulú, dió a Hurtado el deseo de intimar algo más con la muchacha wav/9974639d-8ab5-4662-8de3-34e2be90c706_tmp.wav|Realmente la chica era simpática y graciosa wav/8d806264-fec2-47a2-85fe-8082cf684af4_tmp.wav|No se mordía la lengua para hablar wav/28da9f2f-6628-4f90-8203-7c109f7b7391_tmp.wav|No había en ella dique para su desenfreno espiritual, y cuando llegaba a lo más escabroso, una expresión de cinismo brillaba en sus ojos wav/e824a6f5-5870-4e9b-9278-e3f2142050e8_tmp.wav|El primer día que fué Andrés a ver a Lulú después del baile, contó su visita a casa de doña Virginia wav/3324fda8-3d64-476c-b129-bb880d749366_tmp.wav|A Hurtado le asombraba la mordacidad de Lulú wav/aa42b4e3-254b-457d-a216-22725c1951d6_tmp.wav|No tenía ese repertorio vulgar de chistes oídos en el teatro; en ella todo era callejero, popular wav/8794ebba-c85c-4768-a509-2a3d03860174_tmp.wav|Andrés comenzó a ir con frecuencia a la casa, sólo para oir a Lulú wav/60443595-f8af-4a54-9f59-56f4356610d6_tmp.wav|A Hurtado le sorprendía; pero no le producía la más ligera idea de hacerle el amor wav/39d34f6e-c3b0-4260-816f-4f6b48220bb8_tmp.wav|Hubiera sido imposible para él pensar que pudiera llegar a tener con Lulú más que una cordial amistad wav/289de9b2-1f90-41fa-bdbf-f7d0213934fb_tmp.wav|Lulú bordaba para un taller de la calle de Segovia, y solía ganar hasta tres pesetas al día wav/f0ce4ccc-4e1b-48a8-bee1-a7c28711aa7f_tmp.wav|Con esto, unido a la pequeña pensión de doña Leonarda, vivía la familia; Niní ganaba poco, porque, aunque trabajaba, era torpe wav/fbb84929-d135-42e2-ae6f-51026d196a6e_tmp.wav|Lulú cogía rápidamente las canciones de la calle y las cantaba con una picardía admirable wav/07c46a9b-d05b-42ad-b00c-087a5cdc8f37_tmp.wav|Sobre todo, esas tonadillas encanalladas, de letra grotesca, eran las que más le gustaban wav/61785bd2-cb8c-4122-8a40-660d3717dadd_tmp.wav|Un cocinero de Cádiz, muy afamado, wav/b2d73e80-722e-4cee-a182-4d13c56df694_tmp.wav|Todas estas canciones populares las cantaba con muchísima gracia wav/54107b73-99b9-4cc9-8d06-3e12672b2864_tmp.wav|A veces le faltaba el humor y tenía esos silencios llenos de pensamientos de las chicas inquietas y neuróticas wav/7edffee2-9cb0-4efa-b9ca-7ac989ae251b_tmp.wav|En aquellos instantes sus ideas parecían converger hacia adentro, y la fuerza de la ideación le impulsaba a callar wav/40658d55-c9b9-4e48-8692-d772f236b89c_tmp.wav|Si la llamaban de pronto, mientras estaba ensimismada, se ruborizaba y se confundía wav/6de6ae73-3937-4656-ba90-d2d7b38b0706_tmp.wav|Lulú le contó a Andrés que de chica había pasado una larga temporada sin querer hablar wav/75b1ef69-7e1d-43d8-821e-8e6ede0599fa_tmp.wav|En aquella época el hablar le producía una gran tristeza, y desde entonces le quedaban estos arrechuchos wav/cfd0d6ce-2ff2-4216-a203-1521f82059ac_tmp.wav|Este poco apego a defender los intereses de la clase les parecía a doña Leonarda y a Niní una verdadera vergüenza wav/c1542513-8463-4df6-b69c-34c492954df4_tmp.wav|Cuando obscurecía y las tres mujeres dejaban la labor, Lulú se metía en algún rincón, apoyándose en varios sitios al mismo tiempo wav/cc931ccb-31d6-4e90-be62-34fef4220ab0_tmp.wav|Todo lo que fuera deforme en un sentido humano la regocijaba wav/83457e96-58f8-4f31-a3e0-134b7140c96d_tmp.wav|Estaba acostumbrada a no guardar respeto a nada ni a nadie wav/2781a2a4-9b60-4424-afdf-a9b73ea43657_tmp.wav|Era también servicial; no le molestaba andar con un chico sucio en brazos o cuidar de una vieja enferma de la guardilla wav/457c87fb-446a-4161-be30-3e9c7a7534c1_tmp.wav|Otras veces se ponía a cantar la misma canción sin parar wav/78917566-1c6f-43de-a377-a00b37de76d4_tmp.wav|Me tienes loca con ese estribillo wav/ff9f4d4a-5b52-441b-9ee2-69757257b9f4_tmp.wav|Y Lulú callaba; pero al poco tiempo volvía con la canción wav/8f0606a0-f6ba-4cae-8129-e7700c77e640_tmp.wav|A veces iba por la casa un amigo del marido de doña Leonarda, don Prudencio González wav/6f539fa6-1459-435e-835f-f65ad2dcf35f_tmp.wav|Don Prudencio era un chulo grueso, de abdomen abultado wav/8d222841-49c8-48b3-bd23-b10f648c8994_tmp.wav|Gastaba levita negra, chaleco blanco, del que colgaba la cadena del reloj llena de dijes wav/6ae0da45-491d-4db2-b3be-088c280eb1bc_tmp.wav|Tenía los ojos desdeñosos, pequeños, el bigote corto y pintado y la cara roja wav/a2f7efee-cec1-41cf-bc41-b99c9ee78080_tmp.wav|Hablaba con acento andaluz y tomaba posturas académicas en la conversación wav/82ae61bc-c6e8-47ec-a3c8-93b7b9e0f58b_tmp.wav|El día que iba don Prudencio, doña Leonarda se multiplicaba wav/5c34c7c6-1dd7-4301-ba00-1040072185fd_tmp.wav|Usted, que nos ha visto en otra posición wav/fac702e5-6239-4a3c-8d91-8d895ea304a1_tmp.wav|Y doña Leonarda hablaba con lágrimas en los ojos de los esplendores pasados wav/8cb50a5c-b438-45c0-9ffe-f211ed59d237_tmp.wav|En el Botánico se sentaban en algún banco, y charlaban wav/b68c3df2-7fc2-44c8-810f-0fab917e3b0d_tmp.wav|Lulú contaba su vida y sus impresiones, sobre todo de la niñez wav/722279a0-447c-4a60-8a21-06faed38340a_tmp.wav|Los recuerdos de la infancia estaban muy grabados en su imaginación wav/ba42c96c-7a1c-4e9b-8506-cfeed5f04dd9_tmp.wav|Contaba Lulú que de niña la pegaban para que no comiera el yeso de las paredes y los periódicos wav/3ba19f43-ddac-4582-b671-0d08e8a6e800_tmp.wav|En aquella época había tenido jaquecas, ataques de nervios; pero ya hacía mucho tiempo que no padecía ningún trastorno wav/d0913bbf-a449-4355-924d-68105257964c_tmp.wav|Esta desigualdad orgánica se reflejaba en su manera de ser espiritual y material wav/a81c1d89-285c-4177-9616-cdca6439dc27_tmp.wav|Lulú era muy arbitraria; ponía sus antipatías y sus simpatías sin razón alguna wav/d75a9e8b-4626-4703-af4f-4c216378aee0_tmp.wav|No le gustaba comer con orden, ni quería alimentos calientes; sólo le apetecían cosas frías, picantes, con vinagre, escabeche, naranjas wav/a599af58-021b-4135-9c8c-c3643a7db247_tmp.wav|Andrés Hurtado trataba a pocas mujeres; si hubiese conocido más y podido comparar, hubiera llegado a sentir estimación por Lulú wav/478fd9d8-ec1d-41b5-87c4-765785c89248_tmp.wav|Sentía un gran deseo de lealtad wav/287bc0e7-0132-4cd0-8a25-140fb2704fa1_tmp.wav|Tal afirmación parecía una monstruosidad, una indecencia a Niní y a doña Leonarda wav/2ebf6a7d-d744-41dc-b356-4ee6f4fbaa7b_tmp.wav|Lulú no aceptaba derechos ni prácticas sociales wav/f770f1ce-e9db-4f80-8622-d245c3d36aed_tmp.wav|El desenfado inicial de su vida le daba un valor para opinar muy grande wav/b775fbf8-92ab-49f8-bc7a-c0521c91911d_tmp.wav|Decía que no le gustaría llegar a vieja wav/cfe9c4b7-9d50-484d-b0ab-803d2017c806_tmp.wav|En su franqueza extraordinaria, hablaba con cinismo wav/96e91f1c-4cea-47ab-9c28-353d2eb789b5_tmp.wav|Y gracias que llevaba pantalones y empecé a chillar; si no wav/84773e88-0bf0-4c6a-8e79-e1119fdc741c_tmp.wav|UNA amiga, con la cual solía prestarse mutuos servicios Lulú, era una vieja, planchadora de la vecindad, que se llamaba Venancia wav/cb9e496a-29dd-4973-a913-9826be302972_tmp.wav|La señora Venancia tendría unos sesenta años, y trabajaba constantemente; invierno y verano estaba en su cuartucho, sin cesar de planchar un momento wav/fd929e52-3eb1-438d-8cd7-698afe091385_tmp.wav|La señora Venancia vivía con su hija y su yerno, un chulapo a quien llamaban Manolo el Chafandín wav/7e8efb57-6f16-4417-8a34-77386fba0d98_tmp.wav|El tal Manolo, hombre de muchos oficios y de ninguno, no trabajaba más que rara vez, y vivía a costa de la suegra wav/bcd25833-2cbd-4c41-bc9d-d4534720f692_tmp.wav|Doña Leonarda y Niní, al saber lo ocurrido, se escandalizaron wav/0a047526-98f6-4fe9-a80a-6c9e01207af4_tmp.wav|Doña Leonarda echó una chillería a Lulú por mezclarse con aquella gente wav/830b604a-351d-4c39-a6b5-f21e7252de05_tmp.wav|Doña Leonarda no tenía sensibilidad más que para las cosas que se referían a su respetabilidad social wav/f6b278c7-d735-4b13-910f-e5f8891e7b13_tmp.wav|Llegaron por la tarde Julio Aracil y Andrés y doña Leonarda les puso al corriente de lo ocurrido wav/4a2277c1-c4ca-4369-826f-08b2e058da9f_tmp.wav|En su mejilla, un lunar negro y rizado trazaba tantas vueltas como el muelle de un reloj de bolsillo wav/981aed6e-f4f5-460e-8cdb-9f76fdf301ee_tmp.wav|Doña Leonarda y Niní temblaron al ver a Manolo wav/c7ebb497-4707-4dc2-b171-a401f9222491_tmp.wav|Andrés y Julio le invitaron a explicarse wav/3e324221-825b-40b4-becf-cb84db911818_tmp.wav|Lulú escuchaba nerviosa, moviendo los brazos y las piernas, dispuesta a saltar wav/121e9e17-880e-4440-9c59-d3dc5d9cac0b_tmp.wav|El Chafandín comenzó a envalentonarse al ver que no le contestaban, y subió el tono de la voz wav/af303a8f-5015-482c-8458-b6f33db34c28_tmp.wav|Al terminar su frase, el Chafandín dió un golpe con el garrote en el suelo wav/55c63c77-aa3d-497d-b121-83fbf2de8f69_tmp.wav|Está usted hablando desde hace mucho tiempo, de pie, y se va usted a cansar wav/84e3a48c-f1e4-4ce9-baf6-9703a720e1fb_tmp.wav|Manolo el Chafandín se sentó, algo escamado wav/beb88104-e8e4-4995-a67e-a7ec5c14bb9c_tmp.wav|Y Andrés se acercó al chulo con la silla en el aire wav/d35654f3-2b38-4cbb-a1e4-754108204c38_tmp.wav|Doña Leonarda y sus hijas empezaron a gritar; el Chafandín se acercó rápidamente a la puerta y la abrió wav/fbd41865-aec9-459a-a0ef-9ecbd64c05a0_tmp.wav|Andrés se fué a él; pero el Chafandín cerró la puerta y se escapó por la galería, soltando bravatas e insultos wav/011bd587-91cc-490f-b338-906fa3eeb536_tmp.wav|Durante toda la riña Lulú estaba vibrando, dispuesta a intervenir wav/fd18d3c9-ff3e-4636-a89d-e3081dd866f4_tmp.wav|Cuando Andrés se despidió, le estrechó la mano entre las suyas con más fuerza que de ordinario